La EFICIENCIA es un concepto relativamente moderno y que suele venir asociado a épocas de crisis económica, ya que por cultura solamente atendemos a nuestros gastos en épocas difíciles.
En el entorno empresarial podríamos definir la EFICIENCIA como: utilizar lo estrictamente necesario de cualquiera de los recursos disponibles (humanos, materiales, económicos y técnicos) para la consecución de un fin.


En definitiva, ser eficiente desde el punto de vista empresarial es mejorar la productividad.
Para una auditoría energética, el concepto de eficiencia se enmarca dentro del consumo energético de la propia empresa, de tal forma que lo que se busca con su realización es mejorar la EFICIENCIA ENERGÉTICA de la empresa.

 


Durante la realización de la auditoría energética se recopilan datos básicos, tales como consumos y costes energéticos. Estos datos se analizan y se relacionan entre sí para poder determinar las posibles actuaciones a implementar en cada una de las partes o departamentos de la empresa.


Cuando se estudian posibles mejoras energéticas se plantean soluciones tradicionales y novedosas, así cómo integración de buenas prácticas energéticas en la empresa (hábitos o cultura de consumo).
Es primordial mejorar la productividad de estas empresas a través de una mejora en la eficiencia del sistema productivo y así impulsar un cambio de concepción empresarial que permita conseguir mejorar los ratios de beneficio de las empresas, consumiendo sólo los recursos necesarios para conseguirlo. Siendo también muy positivo el resultado de las actuaciones sobre el medio ambiente, ya que al beneficio por reducción de costes, se añade una reducción de las emisiones de gases contaminantes (o de efecto invernadero), gracias a la disminución de los consumos energéticos conseguidos.


La mejora de la eficiencia energética es un proceso lento que requiere una participación muy proactiva de las empresas y personas participantes. Tal es el punto de implicación del personal humano que las medidas más económicas para la reducción de costes energéticos vienen derivadas de los hábitos de consumo. Un ejemplo claro es el control sobre la temperatura de consigna de los sistemas de climatización. Por cada grado de más que se le exija a la instalación, el consumo energético aumenta en un 6-8%, por lo que una buena regulación de la temperatura de consigna puede suponer un ahorro energético considerable.